La generación ye-ye y la música en la España de los 60
El
término ye-ye es mucho más que un estribillo de las canciones de los 60; es un concepto, es el significado más profundo de toda una cultura pop:
un estilo de vida, una forma de ser, de vestir, una actitud, un
comportamiento ante los cambios sociales y, sobre todo, una parte muy
importante de la música de una década prodigiosa. La mejor sin duda hasta la fecha.
En la España de inicios de los 60,
algo aislada de los procesos de cambio en el resto del mundo (guerra de
Vietnam, revolución social de los negros, la minifalda, la cultura pop…), la música
que se escuchaba era la clásica de coplas, boleros, orquesta, canciones
románticas y poco más. Pero de pronto, en especial durante el período
1964-68, la economía se desarrolla con fuerza y surge una clase media
con mayor poder adquisitivo que empieza a consumir ocio, moda, música…
Se ponen de moda los tocadiscos, los LP’s, el Seat 600, las minifaldas…
España
poco a poco se abre al turismo, nuevos estilos de vida se mezclan con
nuestra cultura, y todo ello contribuye a abrir una brecha en las
tradiciones más conservadoras de la sociedad que provoca el despertar de
los jóvenes al son de la música que venía de fuera.
Unos jóvenes que se reúnen en los conocidos guateques, fiestas en casa
de las familias, y más tarde en pequeños clubs, donde bailan con
despreocupación y prima la diversión. Una música que se llamó “moderna”, “ye-ye”, o “música pop”, su expresión más aceptada.
Clásico local ye-ye situado en los bajos de un edificio
La generación ye-ye no solo se define por un tipo de música
o una forma particular en el vestir, sino también por un sentimiento de
ruptura con generaciones anteriores y su entorno. Aunque el movimiento ye-ye contagiaba a toda Europa, en España
tuvo sus elementos diferenciadores: a nivel musical (se
internacionaliza) y a nivel social (se manifiesta en una nueva norma de
conducta); no era un movimiento radical pero estaba un poco al margen de
la estructura establecida. Además de los guateques “controlados” por
las familias, empiezan a proliferar, locales o clubs de reunión con una
característica común: su entrada es la una cafetería normal, pero si se
observa con atención, una puerta en el fondo nos conduce por una
estrecha escalera de bajada a una sala no muy grande, con luces rojas en
las paredes, no muchas, donde parejas muy jóvenes bailaban a todo
trapo. En ese sótano estaba parte de una generación que
rechazaba las normas de una sociedad que, sin ir más lejos, se podían
contemplar solo con subir al primer piso y echar una ojeada a las mesas o
alrededor de la barra ¿Qué hacían los muchachos en el sótano? Pues… solo bailar, y… también abrazarse. ¡¡Ahí empezaba el mundo ye-ye!!
Los jóvenes de esa nueva generación se distinguían por dos signos externos: la música y los atuendos. La música
era el catalizador, su forma de evasión y comunicación, la expresión de
sus inquietudes y preocupaciones. No son golfos, ni pícaros, ni
gamberros. O quizás sí. O tal vez no. Pero si hay un hecho constatable:
cada vez surgen más clubs de este tipo. No son clubs regidos con estilo
empresarial. No. Son reuniones de jóvenes al reclamo de la música.
Clubs más modestos, incluso propios, de menor empaque, pero de mucho
mayor carácter. Un garaje, un trastero, cualquier lugar era bueno.
Tenían un cierto parecido con los guateques, pero sin el control
paternal les daba un aire de mayor libertad.
A su manera, los
jóvenes afirmaban una personalidad, al tiempo que se alejaban de otra
que sentían como impuesta. También en sus signos externos. Los chicos se
dejan crecer el pelo por encima de las orejas; se preocupan, más que
las chicas, en la forma de vestir y, contra lo que pudiera parecer, la
mayoría prefieren la pulcritud y la discreción, lo que no excluye la
audacia en sus diseños. Las chicas, a la vuelta de la esquina, lejos de
la mirada familiar, cambian sus faldas por minifaldas y se convierten
así en objeto de deseo. La realidad es que ¡¡por primera vez, los jóvenes dejan de vestirse como sus padres!! Lo que nadie podía imaginar, como se pudo demostrar más tarde, es que con el tiempo…: ¡¡los padres acabaron vistiéndose como sus hijos!!
The Beatles durante un concierto celebrado en 1964 en el Washington Coliseum
El movimiento ye-ye, de alguna manera, permite seguir los cambios que se produjeron en España hasta principios de los 70. Sin duda, en aquel momento una revolución se puso en marcha.
Al tiempo que emergen las inquietudes sociales, la juventud vislumbra
un cambio generacional, que cobra su máxima fuerza quizás en 1965 con la
aparición de nuevos grupos musicales y la apertura de clubs y locales ye-ye. Un año en el que el “sonido Beatles”
ejerció una influencia extraordinaria con alguna de sus canciones
ocupando casi siempre el primer lugar del Hit Parade Nacional.
Pero no solo The Beatles, también otros importantes conjuntos británicos como The Rolling Stones, The Searchers, The Kinks o The Shadows. Eran la punta de lanza de la nueva música moderna. Hubo quien pretendió, sin conseguirlo, reprobar este movimiento
amparándose en normas “cívicas” de dudosa validez: que si se producían
manifestaciones de histerismo colectivo, que si la juventud se
descontrolaba, que si… Todo esto, que era cierto, no era más que una
circunstancia, una forma de adjetivar al nuevo fenómeno musical.
Considerar una secuela como lo más importante y negar la principal
evidencia es un contrasentido. De cualquier manera, es fácil comprender
por que la juventud, que tenía ya la posibilidad de adquirir discos y
estar al día de los “hits” allende nuestras fronteras, difícilmente
podía seguir con las antiguas tendencias musicales.
La revolución iniciada por The Beatles hizo que los grupos españoles se decantaran rápidamente por el pop
británico. Su llegada a España en 1965, su primera y única vez, fue
todo un acontecimiento. Sus dos únicos conciertos, celebrados en las
plazas de toros de Madrid y Barcelona, estuvieron rodeados de un
ambiente enrarecido, de reacciones de sectores conservadores y puritanos
que criticaban su aspecto, sus canciones, hasta las costumbres de…
aquellos “bárbaros melenudos”. Sin embargo, pronto se convirtieron en
los ídolos de la gente joven, imponiendo un nuevo look y una nueva forma
de hacer música. Fue también la gran explosión de los
grupos musicales. Sorprende el auge que en poco tiempo alcanzaron los
“combos”, pequeños conjuntos formados por cuatro o cinco
instrumentistas, que a imitación de sus colegas británicos surgen de la
nada por toda la geografía española. No había ciudad o pueblo que no
tuviera el suyo propio. De ahí salieron nombres tan conocidos como Los Pekenikes, Los Brincos, Los Bravos, Los Sonor, Los Mustang o Los Tonys, solo por citar algunos.
Los Brincos en uno de sus primeros conciertos
Los Pekenikes y Los Sonor, los más veteranos, son los que inician una progresiva españolización de sus canciones. Los Pekenikes,
quizás el mejor conjunto en cuanto a calidad musical, con sus arreglos
de temas populares como “Los cuatro muleros” enseguida alcanzan los
primeros puestos de las listas. Los Sonor, sin embargo,
se apartan en cierta medida de las corrientes externas, siendo su rasgo
más característico la incorporación de la batería como instrumento
melódico de apoyo y no solo de mero acompañamiento.
Los Brincos causaron un enorme impacto con su canción “Flamenco”, en la que mezclan ritmos folklóricos españoles con el más puro estilo pop
británico. Fue un éxito arrollador. Comenzaron cantando en inglés
versiones de éxitos extranjeros, pero pronto impusieron sus propio
temas. Por primera vez, un conjunto español era reconocido a nivel
internacional. Su seña de identidad: la calidad vocal y un gran sentido
de la melodía pop. Se les llamó “Los Beatles españoles” y fueron sin duda la gran fuerza pop del país.
Los Bravos cultivaron más el estilo rock. Gracias a su canción “Black is black”
y la excelente pronunciación del inglés de su cantante, junto a su
presencia escénica, una de sus bazas para “exportar”, quizás fueron el
grupo de mayor repercusión internacional. En cuanto a Los Mustang,
grandes intérpretes, los mejores, de los éxitos extranjeros, nunca se
distinguieron por ser unos creadores. Lo mismo les pasó a Los Tonys. Eso sí, sus versiones de los éxitos del momento siempre eran impecables.
A la mayoría de estos conjuntos, con una calidad técnica apreciable, les faltaba lo más importante para ser completos: capacidad creativa. Y en esa línea llevaban ventaja Los Brincos.
Autores de sus canciones, incluso editaron algunas en inglés, una
fórmula que causó gran impacto y nunca fue obstáculo para ser aceptados
por el público. No quisieron abusar de ella porque sus pretensiones eran
tener un sonido propio: el “sonido Brincos”, los primeros en conseguirlo entre los conjuntos españoles.
La juventud y las motocicletas, una nueva norma de conducta de los 60
El pop británico influyó mucho en nuestra tradición musical; sin embargo, el fenómeno de la música ye-ye parece que tuvo sus orígenes en el programa de radio francés “Salut les copains”. Su punto de partida, y el de muchos cantantes populares, fue una de sus secciones: “Le Chouchou de la Semaine”,
en la que se elegía el “chouchou” o favorito de la semana. Un programa
de gran éxito entre el público quinceañero con el que se identifica la
nueva generación ye-ye, a los que a falta de otro
término más apropiado para designar a los jóvenes de 13 a 19 años, como
los “teenagers” ingleses, en un principio se les llamó adolescentes. Un programa que se convirtió en la plataforma de cantantes y grupos que muy pronto acaparan las listas de éxitos de la música francesa. A menudo aparecían en sus primeros puestos Françoise Hardy (“Tous les garçons et les filles”), Johnny Hallyday, Claude François, Sylvie Vartan (“Si yo canto”), Sheila o France Gall (“Poupée de cire, poupée de son”). Petula Clark y The Beatles eran entre los extranjeros los reyes de la canción del momento.
Sylvie Vartan, con The Beatles, antes de una actuación en el teatro Olimpia de París en 1964
En un principio, el movimiento ye-ye
lo representaban chicas jóvenes interpretando “chouchous” de manera
desenfadada. Bajo la guía de un productor musical, la mayoría de las
canciones hablaban de amor y desamor con sus pequeñas dosis de
sexualidad. El proceso era sencillo. Las casas discográficas, al darse
cuenta que muchos jóvenes tenían suficiente dinero para gastarse en
discos, elegían temas del gran repertorio disponible del rock and roll y
el rithm&blues de Estados Unidos; a continuación realizaban una
buena versión con músicos de estudio y finalmente seleccionaban para su
interpretación a una chica (o un chico) atractiva.
Otros países como Inglaterra también se apuntaron a la moda de las versiones, pero en Francia fue algo distinto. La denominaron música ye-ye
por ser el sonido de acompañamiento que le hacían los coros a la
cantante solista. Su nombre surgió de forma casual al traducir la letra
de las canciones originales. En muchas no era raro escuchar la famosa
coletilla del “ye-ye-ye”, sustituto del término yeah-yeah inglés. Era música pop sin duda, a la que el toque “ye-ye”
hacía algo distinta. El primer movimiento musical encabezado en gran
medida por chicas y donde las jóvenes se veían reflejadas en sus ídolos,
adolescentes como ellas, y las letras de sus canciones.
Cuesta un poco imaginar la música ye-ye en la España
que tanto se escandalizó con la visita de The Beatles y donde cualquier
novedad levantaba miradas de sospecha. Se decía que en su concierto en
Madrid en 1965, muchas chicas fueron amonestadas por la policía por
“vestir provocativamente”. Su mejor representante fue Karina. Procedía
del famoso espacio de TVE “Escala en Hi-fi” de gran audiencia entre los
jóvenes. Un programa dedicado al mundo del disco, donde jóvenes actores
simulaban en play back los éxitos del momento. Rubia, como la francesa
Sylvie Vartan, de ojos azules, mirada inofensiva, y un cierto aire de
niña, era la encarnación perfecta de la chica ye-ye.
Sus letras inocentes,
sus temas almibarados como “Las flechas del amor”, “Romeo y Julieta” o
“El baúl de los recuerdos”, se bailaron en todo el país. Otras cantantes
destacadas de este movimiento fueron Marisol, Jeanette, Gelu o Conchita
(ahora Concha) Velasco, esta última convertida en “involuntaria”
abanderada de lo ye-ye. Actriz, y no cantante, su canción “La chica ye-ye”,
un tanto empalagosa, que interpretaba en la película “Historias de la
televisión”, fue en cierta manera símbolo de los cambios sociales que se
estaban produciendo. Aunque ahora pueda parecer una canción remilgada,
proponía un nuevo modelo de mujer joven, al tiempo que reclamaba una
mayor libertad y una forma de vida menos encorsetada. Como decía alguna
de sus estrofas: “Con el pelo alborotado y las medias de color” o “Y vendrás como siempre a suplicarme que sea tu chica, tu chica ye-ye”.
El ye-ye
masculino estuvo muy bien representado por conjuntos como Los Brincos,
El Dúo Dinámico, Los Diablos o Fórmula V. Otros muchos marcaron también,
no solo en lo ye-ye, toda una época en la música pop española de los 60:
Los Bravos, Los Sirex, Lone Star, Los Salvajes, Pop-Tops, Los Ángeles,
Los Pasos, Los Iberos, Los Mustang, Los Payos, Los Canarios, Nuestro
Pequeño Mundo, Los Módulos,….; o solistas como Massiel, Raphael, Bruno
Lomas, Luis Aguilé, Joan Manuel Serrat, Manolo Díaz, Mari Trini o Juan
Pardo.
Público juvenil que se levanta, aplaude, baila,.. durante la actuación de sus ídolos en un concierto
El movimiento ye-ye
en el fondo cambió hábitos que supusieron una ruptura. El turismo trajo
nuevas costumbres y formas de vida, mayor información de lo que pasaba
fuera, y el imparable cambio social que se estaba produciendo en Europa
consiguió penetrar en nuestro país. No duró muchos años, quizás el
período 1964-68 fue el más importante. Su rápida expansión hizo de la música un cauce de expresión, creando como en el resto de países occidentales una nueva identidad “joven” frente a la sociedad adulta.
El ye-ye fue parte de un nuevo mundo moderno y juvenil, con un elemento aglutinador: la música pop.
Su inocencia se quedó para siempre en aquella década eternamente joven,
en aquellas chicas que cantaban al amor como si no hubiese nada más
importante en el mundo. Sin duda The Beatles fueron el banderín de enganche. Se demostró que otro camino era posible en la música popular. ¡¡La música española se hizo, para siempre,… moderna!! Más
tarde, vino la moda hippie con una nueva estética y una ideología más
contestataria e inconformista, pero eso es otra historia.
Sensacional, lo comparto.
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